Naturaleza mía

(Imagen: Ubé)
NATURALEZA MÍA



Naturaleza mía, a ti te canto,
abro mi voz en dos y dejo salir a todas mis vírgenes muertas,
a aquella sirena desnutrida que se casó con Apolo
y ahora arde en llanto y noches de hiel.

Naturaleza mía,
trocito de verde plástico,
animal consentido de papá.

Papá como presidente de los Estados Unidos o del Brasil.

Papá que tiene la boca repleta de alfileres y hambre.

Papá que se masturba mientras una tortuga infantil
pasea lentamente su agonía sobre el vestido del mar.

Papá que tiene planes para ti, naturaleza querida,
que envenena manzanas y te las da a comer un domingo cualquiera,
mientras los pájaros son azotados en sus jaulas
y llegan las hienas para el festín.

Naturaleza mía a ti te canto
o te amortajo o te pongo mi vestido de la primera comunión
y dejo que las manos de un sacerdote te desnuden,
que las manos de un sacerdote recorran una a una tus heridas,
la cavidad más húmeda de todos tus sexos.

Cree en mí, naturaleza amada.
Rézame a mí,
que soy hombre y bestia y presidente de los Estados Unidos
o del Brasil,
que ya he aprendido a cultivar embustes y a quemar los bosque de Australia.

Deja que acaricie tus trenzas cenicientas, naturaleza mía,
que lama el cadáver de tu nombre,
que vuelva a juntar la ceniza de tus piedra para hacer allí
una urbanización,
un campo de golf,
el paraíso necesario de los idiotas.

Fuimos

(Imagen: Ubé)

FUIMOS


fuimos
acuérdate
de aquel invierno y sus cartas mojadas
de la estación donde los trenes no se detenían jamás
y aquellos sueños
los tuyos y los míos atados con un hilo de plata a la boca del aire

fuimos
ahora lo sé
dos lombrices dentro del útero de mamá
un paisaje
que no crece o aquella curva
que se hizo cicatriz en la memoria

fuimos
adelanta un pie y luego otro
y siéntate junto a mí
porque fuimos hermanas o la terminación nerviosa de un poema

fuimos
dos sombras aladas buscando el sol
dos agujeritos felices

fuimos
sin molestar a nadie
sin hacer ruido
trabajando en nuestras heridas sin descanso
abonando la liturgia de Dios con sangre menstrual y pan
solas y desamparadas dentro del frío
un temblor

eso fuimos
apenas una rama única que se estremece
que no se queja y sigue caminando
a pesar de las piedras
y el dolor de espalda
a pesar del pecado que no cometimos
y esa espina clavada en el corazón
que no se quita
que no se quita

Dirán de mí

(Imagen: Ubé)

DIRÁN DE MÍ


luego dirán de mí inhumana pose de mujer
estatua que mira el paso de los trenes y las naranjas

luego dirán esas lenguas envueltas en migas de pan y telediarios
esas mujeres de cabellera abyecta que paren hijos y rinocerontes
que saben amasar la sal de la primavera
la herida del mar cuando llega la noche

luego dirán de mí abrirán la jaula de sus labios y dejarán escapar a esa culebra primigenia

luego dirán de mí acercarán la pulpa de una idea a mis labios de hembra consentida por la fruta de los dioses
pero la manzana no porque ya no existe
la devoró Dios mismo un sábado en aquel callejón del barrio de Usera
donde los gatos bailaban con el temblor de su hambre

luego dirán de mí me señalarán con el pulso detenido en Babilonia
querrán saber la talla de mi corazón los túneles congestionados de mi sangre
querrán saber la penumbra exacta que necesita mi voz
para ponerse a parir huevos de cocodrilo y alfileres de novia

luego dirán de mí en corro con sus piernas pequeñitas y desesperadas
con sus cinturas de hilo mordisqueado por la soledad
esas mujeres carne de mi carne
mi piel más cercana en la avaricia
mi madre
mi hermana
mi antepasada última en esa fotografía donde el otoño estira sus bragas y después ríe como solo saben reír los enfermos de pureza

luego susurrarán de mí frente a mis cuadernos y mi tacita de té
frente a mi patio de infancia y ese botón que de niña me dio a mamar una tragedia

luego más tarde sí cuando la muerta besa la punta infame de su sexo amarillo
cuando ya no tengan luz en sus cocinas y el último animal doméstico haya huido hacia las tierras de Lot

luego más tarde del derrumbe del hielo sobre el pecho de La Habana
más tarde aún del incendio de una famélica casa en el paisaje de sus nervios
tarde más tarde que nunca
ha de ser cuando el verbo se hiere en la esperanza y luego llegan los ejércitos del barro
para curar una mala postura en el cristal de sus gafas

luego o ahora mismo en el instante sí
cuando la cruz muera sobre el lecho de las cosas comunes
cuando a la paz le crezcan las alas de un cisne muy gris y de garra geométrica
cuando a la noche le falte la propia noche y no sea más que una isla imaginaria
que no comprende los inviernos de un afecto

El zulo

(Imagen: Ubé)

EL ZULO



¿Dónde estaba yo
cuando a ti te concedieron
el premio Nobel?

¿Qué era de mí en 1996?

Es posible que tú,
Wislawa,
recibieses la noticia
con los ojos aún cautivos
dentro del sueño,
que hubieses puesto horas antes
la tetera al fuego,
que te hubieses asomado a la ventana
para ver cómo caía la lluvia
y el cielo se tornaba gris
y un niño corría por las aceras
con hambre de aventura.

Puede ser que en otro lugar
yo estuviese encerrada en mi zulo.

Mi zulo es una habitación juvenil
donde hay un tocadiscos,
donde hay ceniceros
repletos de colillas,
donde hay una ventana pequeña
que casi nunca abro.

Me gusta la oscuridad de lo pequeño,
sentirme a salvo entre cuatro paredes
que nunca unirán sus labios
para comerme.
Igual que tú,
Wislawa,
cuando compraste aquel apartamento
que llamaste "Cajón"
por sus reducidas dimensiones.

¿La dimensión de un premio Nobel
cómo se mide en el corazón?

¿Se te abrió un agujero nuevo en el pecho al escuchar tu nombre?

¿Tardaste mucho en elegir aquel vestido negro
y sencillo que luciste en la ceremonia?

¿Por qué el color azul de la banda de un premio Nobel
es igual al color azul
de un verso que palidece
en una habitación que está a oscuras?

Tu cajón y mi zulo
en la distancia ayer,
ahora muy juntos,
como bailando dentro de una pecera
repleta de nieve.

¿Por qué en 1996 yo no había escrito aún ningún verso
ni soñaba con ser poeta,
ni había visto la fotografía
de tu vestido negro y tu banda azul?
¿Qué hacía yo mientras tu voz,
temblorosa,
pronunciaba ese discurso tímido de agradecimiento?

Es posible
que yo me encontrara
dando vueltas sobre mi misma,
imaginando otros mundos
dentro del mundo mínimo
que me abrazaba,
imaginando que iba a bordo del Titanic
y que lograba salvarme de su naufragio.
Después,
rendida por el esfuerzo de nadar
contra la corriente
de mi imaginación
y con la cabeza aún fuera de su centro,
encendería un cigarrillo
y me pondría a recitar
pasajes de Shakespeare
mientras mi madre
hacía croquetas en la cocina
y los pájaros
volaban hacia otro lugar.


Vendrán los cuervos

(Imagen: Ubé)

VENDRÁN LOS CUERVOS


Digo que esa puta que cruza el asfalto de una mirada
soy yo.
Y el pan podrido entre las manos.
Y el mantel con manchas familiares.

Digo que me duele el otoño,
la ternura de un pájaro dentro del pecho,
ese domingo sin casa
que hunde el pico de un lunes en la piel del cristal.

Digo que hay ángeles de hiel y misericordia
guardando la soledad de mi cama,
que a ratos escucho los pasos del miedo
sobre esta hoja.

Digo que no logro acostumbrarme a la noche,
que me duele el hueco de una palabra,
que he de vivir hasta que Dios
destape la botella de mi carne
y broten los gusanos felices.

Digo que la menstruación ya no.

Digo que los hombres ya no.

Digo que ha venido el sudor
y el frío para lamer mis bragas.

Digo que escribiré una historia
donde las mujeres vivan en lo alto del golpe,
donde las mujeres arrojen sus cadenitas de oro
sobre la boca de un catecismo,
donde las mujeres circulen desnudas
sobre el luto de la tarde.

Digo que me pesan los años
y los barbitúricos.

Digo que drogarse es morir de amor
por los agujeros del tiempo.

Digo que mañana me ataré un globo a la sangre,
que hay océanos en los que el agua
se convierte en vino dulce sin afeitar.

Digo que celebraré la fiesta de mis cien años.

Digo que vendrán los cuervos
y una manada de madres sin cabeza.

Digo que hay tantas horas perdidas
lamiendo la soledad de mi almohada.

Digo que venga la lluvia.

Digo me puede el asco
y una mascarilla higiénica.

Digo que mañana abrirá sus piernas idéntica madrugada
y caerán sufrimientos negros
y pateras negras
y una bandera muy recta poniéndose a caminar
en mitad de una tierra que ya se ha ido.

Los palacios del cielo

(Imagen: Ubé)

LOS PALACIOS DEL CIELO


Nos han dicho: "Quietos tras el cristal".

Nos han dicho: "Sois almas, tenéis que vagar,
estáis en los palacios del cielo y hay monstruos dentro de vuestra memoria,
pequeños puñales que cortan la paz de estas alas
que están tejidas con los dientecitos del plomo".

Nos han dicho: "Estáis a salvo,
ahora solo hay que esperar,
dar vueltas sobre el abismo del tiempo,
olvidar el roce de la carne,
olvidar las costuras de la lluvia,
olvidar el nombre que una vez pronunció Dios".

Nos han dicho que Dios apenas sale de su habitación,
que devora cabecitas de niño y muslos de mujer joven.

Nos han dicho que aquí la espera es larga
y a veces se queda pegada al paladar
y hay que tragar insistentemente una mezcla de piedras
y tormenta
y pomada para la tos.

Nos han dicho: "Habéis llegado a la eternidad y no es lo que parece".
Entonces comienzan a sacar cubos repletos de patatas
y nos ordenan pelar,
hacer collares con la piel oscura.

Nos ordenan no levantarnos jamás.

Nos dicen: "Hay que detenerse a esperar"
"Hay que detenerse a esperar".

No encontramos árboles cerca.
No atisbamos un jardín ni un centro comercial.
Solo tumbas blancas
donde arrojamos las mondas de las patatas
y la promesa de no despegar los labios.

La palabra ha muerto aquí, nos dicen.
Y volvemos a tragar flores mustias de cementerio,
cuchillos con rastros de sangre,
pelos de paja y hiel.

De noche escuchamos los ronquidos de Dios,
también cómo llegan las concubinas para ofrecerle la virginidad de su piel.

"Hay que detenerse a esperar".
"Hay que detenerse a esperar".

Eso nos han grabado bajo la lengua.
En cuanto pasan las vírgenes debemos inclinar el tronco y saludar.
Las vírgenes son mujeres viejas que se depilan el bigote con la cera de las abejas.
Las abejas blancas y sin compasión.

Cuando todo termina vuelve a repetirse el ciclo.
Traen de nuevo los cubos repletos de patatas
y elaboramos collares
y excavamos tumbas de sal.

Ya no recordamos el rostro de Cristo,
¿os dais cuenta?
Pero sus espinas están en nosotras
y pedimos pan y pedimos vino
y pedimos que lleguen los peces para multiplicar este dolor tan blanco que nos ahoga.

Sin embargo no llegan más que otras almas idénticas a las nuestras
que se asoman tras el cristal,
que pelan patatas,
que se tragan el miedo,
que intentan escaparse de noche de los palacios del cielo
mientras Dios, tras el espejo, fornica con la idea de crear a Dios.

Aquí

(Imagen: Ubé)

AQUÍ



Aquí devoramos el corazón de las palomas,

nos dejamos los sesos pegados a la pared

para que Dios los lama con su lengua de nieve.

Aquí nos bautizamos con nombres sencillos

como colilla,

estiércol o camisón roto.

Aquí no tenemos madre,

solo horas colgadas del techo.

Solo telas de araña dócil

donde se enredan los gritos

o ese lamento azul de los barbitúricos.

Aquí no soñamos con el exterior.

No conocemos las manos del fuego.

Solo el hambre y el universo que se encoge.

Solo la carne sucia,

las uñas mordidas,

las kakas pegadas a una idea

que alguien cree revolución.

Los hombres modernos

(Imagen: Ubé)
LOS HOMBRES MODERNOS


1

Así caminan los hombres modernos:

-Sin detenerse ante el pulso de una rosa.

-Ignorando los cuchillos del aire.

-Arrojando su cabeza (modo silencio) hacia la curvatura de un árbol.


Así se inflaman los hombres modernos:

-Yendo un paso adelante de su calavera y de sus vestigios.

-Con un ramillete de edificios en descomposición cerca de sus manos.

-Con una playa virgen atestada de hoteles en los bolsillos.


Así se perfuman los hombres modernos:

-Con la idea pornográfica de un pozo petrolífero.

-Con el ala ambidiestra de un correo electrónico.

-Con el aplauso fácil de mil pájaros drogadictos
dentro de un ordenador en jaula.


2


Los hombres modernos se comen el tiempo a cucharadas,

después acarician el cristal masculino de una mujer

y se sientan a contar los agujeros de la capa de ozono.



3


Los hombres modernos apuntan en un cuaderno de piel de mono

las veces que han de masturbarse de cara a la oscuridad del sol.


4


Luego habrá que pedir disculpas a Dios

y ponerse manos a la obra.

(La obra es pública y piramidal,

un timo llamado "Democracia"

que tiembla de amor y miedo en las películas)

Seamos felices

(Imagen: Ubé)
SEAMOS FELICES

Seamos felices.
Ahora, dentro de esta pantalla que nos domestica.
Seamos modernos y cóncavos.
No tengamos cerebro, amor.
No tengamos hijos ni perros.
Solo esa luz que nos da a beber el holocausto de las cosas comunes.
Seamos felices, darling.
Ahora y en la hora en que la lluvia no está
y nuestras pieles se encogen.
Ahora que mi vientre está hundido en el útero de esa piscina
azul y melancólica.
Ahora, amor, seamos felices dentro del plástico y los ojos plásticos del mar,
dentro del ruido de las palabras
de los tweets que braman y pegan coces al diccionario
y violan con su lengua de esparto la libertad de los jarrones.
Seamos cenizas,
eso se me ocurre ahora, amor,
ahora que la sociedad quiere atarse a la guerra
y a las ventas al por mayor
y a los políticos de ultraderecha.
Hagámonos egoístas
y reincidentes en la vanidad.
Hagámonos un palacio de hambre y ambición
y devoremos latitas de perro y sardinas infelices.
Seamos eso, amor.
Palomas que se estrellan contra la fe,
la espina última de esa rosa que no sabe dormir.
Seamos rosa drogadicta o pulverizada.
Seamos polvo de santo o manicomio.
Tu manita de cerdo y mi manita de cerdo
acariciando la herida infantil de este poema.

Mujeres que no saben subir las escaleras de una idea

(Imagen: Ubé)

MUJERES QUE NO SABEN SUBIR LAS ESCALERAS DE UNA IDEA



la boca suave y mordida del tiempo
busca mis horas
se introduce en mi garganta
alborota la serenidad de mis máscaras
la boca suave
del tiempo que va y no regresa
que hace nido en un poste telegráfico
me busca
se tiende a mis pies de estatua
escupe sopa de sobre
y niños que en otro continente muerden el hambre de un árbol
la boca pálida
sin dientes
esa madrugada que huye del brillo
que se emborracha de golpes
y mujeres que no saben subir las escaleras de una idea
me busca
esa boca
suave
del tiempo enterrado
de la memoria que lima sus uñas frente al mar
suave
la espuma del hombre
el semen que me busca
en esta cama
de hojas sin ordenar
de enanos calientes que masturban su soledad en una botella
el tiempo
el caballero que trepa por la porcelana y se hace pis
sobre las monedas
ese
busca mi piel ulcerada
intenta atrapar las serpientes que roen mis huesos
tarde
pero me busca
la boca
que cae
al suelo
que se hiere de luz
que se cansa
que se encorva
ahora
en los verbos que han de venir
sobre las bragas de un reloj
de tiernas palomas en suspenso